Caí como los sármatas
Sin agenciar la gloria de tus ojos,
Envejecí por “las colinas sembradas de anémonas”,
Sin palpar tu bestial espíritu nervioso.
Envalentoné mis
versos entre avíos
Sin topar una mueca de tu risa entre mi otoño.
Suspire, como quien suspira al ver el sol
Y no tropecé en el día con una arteria donde no te surcaras.
A veces pienso que estoy solo
Pero la soledad es mi propio acopio.
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